"Globos de Oro: La batalla final entre 'The Brutalist' y 'Emilia Pérez' por la supremacía cinematográfica" | Cultura | EL PAÍS
Es innegable que la HFPA era un grupo de corruptos, capaces de nominar a Angelina Jolie y a Johnny Depp por el remake de *The Tourist*, una farsa carente de gracia. Entregaron la ceremonia de los Globos de Oro a Ricky Gervais, para luego desentenderse de las consecuencias. Premiaran series y películas con un criterio que podría calificarse, al menos, de peculiar. Sin embargo, hay que admitir que era muy divertido criticarlos, fascinaba observar tal despliegue de veneno. En esas críticas había una satisfacción y una reivindicación desde la distancia: “no tienen idea, afortunadamente aún hay cinéfilos en el mundo”. A pesar de esto, en la gala celebrada este domingo, los Globos de Oro 2025 han reivindicado el buen cine con *The Brutalist* y *Emilia Pérez*, han reconocido como mejor actriz de drama a una talentosa intérprete brasileña, han apuntado hacia el Oscar figuras como Zoe Saldaña, Adrien Brody y Demi Moore (su discurso de autoafirmación se repetirá en numerosas ceremonias esta temporada, recibiendo cada vez más elogios), y solo han dejado algunos pequeños errores. Así, se han transformado en una gala de cine al igual que las decenas que se celebran en EE. UU. desde principios de diciembre hasta el día de los premios Oscar, el 3 de marzo. Habiendo perdido su idiosincrasia corrupta, ahora, ¿de quién nos vamos a reír?
Por partes: en drama ganó The Brutalist, de Brady Corbert, una película que mama del cine de David Lean. Corbert, como actor, ha rodado con Haneke, Von Trier, Östlund, Assayas, Bonello y Baumbach; curiosamente, ha acabado narrando la vida tras la Segunda Guerra Mundial de un arquitecto húngaro en EE UU con la épica, los movimientos de cámara o incluso con un intermedio a mitad de su metraje como los clásicos, entre los que Lean era el rey. En comedia o musical, Emilia Pérez se llevó la estatuilla, y el francés Jacques Audiard sigue siendo el director más intrigante y joven de 72 años: no hace ni una película igual, y en todas olfatea el espíritu del momento. Corbert se llevó el galardón a la mejor dirección —por cierto, competían cuatro hombres y dos mujeres muy alejados de los grandes nombres de Hollywood—, y Emilia Pérez, el de mejor película de habla no inglesa (se pudo ver en ese momento al exiliado iraní Mohammad Rasoulof sentado en ese salón de un hotel angelino, vaya viaje). Todo bien. Animación, para la letona Flow, otro acierto. Banda sonora, para la de Rivales, de Trent Reznor y Atticus Ross: los Nine Inch Nails han sabido fortificar su creatividad en el cine, y mejor canción, para El mal, el más pegadizo de los temas que se escuchan en Emilia Pérez.
Fue una fiesta del buen gusto cinéfilo. Porque los 334 periodistas de 85 países que ahora votan en los Globos de Oro (y que viven por todo el mundo) son, casi todos, carne de festival. Los desmanes se acabaron desde que los premios los compró Eldridge Industries, un mastodonte que alberga a Dick Parsons Productions (la productora de la gala de esta ceremonia desde hace mucho tiempo) y a las compañías propietarias de las publicaciones The Hollywood Reporter, Variety, Deadline y Rolling Stone. Los Globos de Oro han blanqueado su alma, apoyados por los medios cinematográficos especializados. Todo queda en casa... o así es el neocapitalismo, que diría Elon Musk.